jueves, 30 de diciembre de 2010

Desde el fondo del mar

Dejé mi pobre corazón
sobre el mostrador de una casa de empeños.
Rodeado de relojes de oro,
lo oigo latir desde el fondo del mar.
Dejé mi triste corazón
en una casa de empeños:
¿quién me devolverá ahora
mi pobre corazón?

Dejé mi alma errante
en la orilla del río.
Y como un narciso huérfano,
en el agua se sumergió.
Dejé que mi alma intacta
se hundiera en las aguas…
¿qué buen pescador
la rescatará de entre los lirios?

Dejé mis ojos ciegos
sobre tus hombros desnudos.
Y a ti fieles te siguieron
como sombras sin dueño.
Cayeron por tus hombros,
te acariciaron suaves la espalda,
y con ellos hiciste un collar
que te ataste alrededor del cuello.

Si no los quieres, devuélveme, comerciante,
navegante, pescador, efebo,
devuélveme mi corazón,
mi alma y mis tristes ojos…
Que lo mío sea mío y que lo tuyo
solo sea tuyo…
Porque el dolor del naufragio y la pesca
le duele más al mar
cuando sus amantes le son infieles
con los seres de la tierra.



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