sábado, 1 de enero de 2011

Los malos jueces

En los rincones más perfumados
de la selva
la guerra entre especies
es como el sol de cada día.
La lucha por el sustantivo y el verbo
no cesa de llover y ser noticia
en los troncos de los árboles.
La furia del puma salpica y desangra,
los rugidos del león hinchan con rabia las venas,
y el terrible grito de la pantera
es como un eléctrico trueno espasmático.
Pelean felinos con colmillos y garras,
para adueñarse del verbo, la verdad
y la carne.
Y como la fuerza entre especies
no es tanta,
la sangre baña la selva y perfuma el aire
con su aroma a morbosa desesperación animal.
Y el verbo y el sustantivo se suben al palco:
¿de quién será la verdad sino del que sepa
morderla mejor?
Eligieron a un gato pero el felino se negó:
con su doméstica lengua afirmó
que los malos jueces siempre son aquellos
que comparten la mesa con sus defendidos:
elijan a un perro, mis buenos amigos
él se encargará no lo duden
de dictar para ustedes una sentencia imparcial.


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