Açur de Prussia eran sus ojos,
De açur vestidos bajo el sol dorado,
Lavando hortaliças, negras sus manos,
Las aguas lamíanle sus dedos blancos
¿Por qué ensúciasste, dulçe mançebo,
tus fermosos ojos tennidos de açur?
Acercome al bello mozuelo,
entre muchos mozos lavavan frixoles,
mas sus ojos de açur de Prussia eran
como del amanesser dos brixantes soles.
¿Por qué ensúciasste, dulçe mançebo,
tus fermosos ojos tennidos de açur?
El cavello teníalo como el trigo maduro
Et su piel muy blanca como un sospiro de nube
¡Oh, mi dulçe mançebo, so penitençia
Para bessar tus ojos dame licençia!
¿Por qué ensúciasste, dulçe mançebo,
tus fermosos ojos tennidos de açur?
“¿Por qué ensúciasste, mi bello mozo?”,
Preguntole yo e me senté a su lado,
“Si una mexor labor para mí el sennor tiene,
Yo faceríale muy de buen grado”.
¿Por qué ensúciasste, dulçe mançebo,
tus fermosos ojos tennidos de açur?
Aquello díxome el mozo,
Sin mirarme e muy distraído,
“¿Para quién travaxas, mançebo mío?
Dímelo e mírame con tus bellos ojos”.
Dixe esto y el niño mirome,
Los sus ojos de açur abrió sorprendido,
“Soy de Donna Crus de Talego, sennor mío,
que hoy en la vez quinta echará marido,
“Al primero despeñolo de un barranco,
Al segundo matolo sus gritos,
Al tercero al pobre embelinnaronle,
Et al cuarto ahorcáronle sus propios fixos”.
“¡Pero qué dices, mançebo, por Cristo!
¿No pecan tus labios de mintrosos?”
“Para nada, sennor mío” díxome el mozo,
“Trascaleme el diablo si mentir a vos oso”
¿Por qué ensúciasste, dulçe mançebo,
tus fermosos ojos tennidos de açur?
“Yo seré hoy el quinto marido,
De la que vos dices tan gran raposa”,
¡Salvare mi alma, Dios Misericordioso,
Y déxame enamorar a este doncel fermoso.
¿Por qué ensúciasste, dulçe mançebo,
tus fermosos ojos tennidos de açur?
“A Dios encomiendo la alma vuestra”,
Díxome el niño con su triste sonrisa,
“si me escusa el sennor, lavar frixol debo
E de aquí ahora irme con muy grande prisa”.
¿Por qué ensúciasste, dulçe mançebo,
tus fermosos ojos tennidos de açur?
“¡Salvar mi vida quiero, garzón fermoso!
¡Y no de semexante duenna ser triste esposo!
¡Huye conmigo a Andalva, sé la luz de mis ojos,
Ven con quien te quiere, no seas porfioso!
“¿Cómo puede el sennor querer a un mançebo,
e a uno pobre e sucio como la mi persona?
De Donna Crus de Talego decir mal no debo,
Mas tampoco en la mia testa hay noble corona”.
¿Por qué ensúciasste, dulçe mançebo,
tus fermosos ojos tennidos de açur?
“En tu bel cabeza, mi fermoso niño,
el loro cabel al sol se asemexa
e dígote, mozo, que en la casa mía
solo tocarías las mis rosas bermexas”.
Abracelo yo al niño, echélo en la tierra,
besé los sus ojos açur cual candelas.
“Conmigo tú vienes”, al su oído le dixe
“E que el diablo se encargue de Donna Crus de Talego”
La felicidad mia ya hoy está hecha,
Cuando vi el açur de Prussia en los ojos de un dulçe mançebo.