jueves, 7 de octubre de 2010

El ataúd

¡Al fin solo!
No hay silencio más dulce
que el de estas cuatro amorosas paredes,
Y la seda de estas frágiles sábanas
me susurra al oído
cientos de palabras de amor.
Ni los muros ni las sábanas
me han preguntado
por qué estoy tan pálido
por qué estoy tan frío
por qué no respiro.
¡Condenado silencio!
Hasta mi corazón se ha cansado
de los ruidos que reinan
en esta Mansión.

0 comentarios: